viernes, 14 de agosto de 2020

EL PLAYÓN DE VILLA CLARA !!!

 

El querido Playón.
Es muy importante siempre llevar presente nuestras raices, como un árbol que al crecer en altura las necesita bien firmes en su base, eso lo hará desarrollarse sin olvidar que allá abajo está quien sin dudas le da fortaleza para cada gajo que crece sin parar.
Y si de raíces mías se trata al recordar a mí querido Villa Clara, llegan montones de recuerdos, tan variados, tan llenos de sentimientos, de tantos personajes que han sembrado de historias cada rincón de mí pueblo, de cada barrio con sus representantes emblema, de esos que ya quedaron en el corazón de su gente.
En ésta oportunidad me iré en un vuelo imaginario nuevamente por esos lugares tan emblemáticos, que cuando vivimos ahí parece que no los vemos, pero yo digo y sostengo que se conoce más a su tierra cuando uno se ha ido lejos, en mí caso solo son 30 años, y un puñado de km que por más que sean unos cuantos no llegarán nunca a alejarme de mí pueblo, será por eso tal vez que siempre pienso y recuerdo, tantos lugares, rincones que parecen tan secretos y sin embargo cuando estamos allí es como que no le damos el valor que se merecen y casi ni cuenta nos damos de todo lo que tenemos.
Por eso hoy haré incapie en una manzana en particular, que está geográficamente en el medio del caserío del centro, rodeada por la Av Baron Hirsch, Soberanía, Hipólito Yrigoyen e Independencia, es vecina de la Iglesia Católica, también de la Sinagoga, de la Escuela Primaria, del Agua Potable y de la hermosa Plaza Gral Belgrano, que por esas cosas del destino está calle de por medio y justo enfrente del barrio San Martín, como juntando así a dos de los grandes próceres y héroes de nuestra Patria en son de la libertad.
Esa manzana que estoy nombrando es la del Polideportivo Municipal, que para todos nosotros los Clarences en la vida cotidiana simplemente la mencionamos como " El Playón".
Los primeros recuerdos que tengo de ése hermoso lugar tiene que ver con una de mis pasiones, el fútbol, allí a mis 5 años pude formar parte de mí primer equipo para jugar un campeonato de Baby, representabamos a Spurt Cola y casa Groisman, ya era un gran premio compartir la formación con mí primo hermano Iván , sin dudas era una gran emoción.
Foto en blanco y negro para la ocasión por supuesto, nuestro técnico el querido Goyo Catvin, fue sobre la cancha de cemento, que a su vez formaba la cancha de básquetbol.
Luego otros grandes técnicos y también grandes personas me llevaron a esa manzana a revivir grandes e inolvidables momentos, con la alegría de ver al llegar esas lonas blancas colgadas como un telón, esperando por una gran función de fútbol, siempre con el aliento de todos los paisanos en los costados.
Pero ya era en la cancha vecina, a pocos metros nomas, allí dentro había poco pasto, solo en los costados, de centro pelado lleno de tierra y piedritas sueltas que más de alguna vez se fueron a casa en medio de mis rodillas, o en alguna mano luego de alguna caída producto del juego mismo, algún encontronazo, alguna falta, todo eso soñando con algún grito de gol, … esos inolvidables técnicos que me acompañaron luego son Chugo Gómez, Don Miguel Solari, y Enrique Becker, cada uno de ellos cumplió con la ceremonia de llegar a mí casa a pedir permiso y autorización a mis viejos, luego de ése si, yo ya explotaba de alegría por saber que volvía a jugar el campeonato un año más .
En esa misma cancha nos encontramos todos los gurises del pueblo, que cada sábado después del mediodía se llegaba a la cita del partido a dos goles, con equipos que se hiban armando por orden de llegada e invitación. Y se pasaban la tardes a pleno fútbol, sin árbitro por supuesto, se cobraba con el honor y no se reclamaba falta dudosa, famoso fútbol de potrero si señor. El que gana sigue el que pierde espera la vuelta hasta llegar su turno nuevamente.
También era en esa manzana dónde se realizaban durante mí adolescencia los famosos " asaltos " allí bajo ese quincho de techo de paja, con paredes de ladrillo hasta la mitad y el resto improvisados plásticos para el invierno, escuchábamos música, compartíamos tragos que nosotros mismos llevábamos y bailabamos los ritmos de la época, y ansiosos esperando la llegada de los lentos, con ánimo de rodear una cintura, de sentir cerca el perfume de un cabello apoyado en el hombro, allí mismo me sorprendió el primer amor, el primer beso con el corazón, imposible olvidar esos momentos.
También allí al lado mismo estaba la alegría compartida con toda la gurisada, con la llegada del mes de diciembre luego de finalizar las clases se abría la actividad del natatorio municipal, previo paso por el doctor o la sala de primeros auxilios para tener el certificado apto, el calor parecía no existir o se desvanecía por el solo hecho de ir allí, dos horas por la mañana y después del mediodía ya se veían de todo lados llegar gurises con toallas al hombro, algún gorro puesto, poco bronceador para ser honesto, alguna mochila con ropa seca para cambiarse o tal vez algún equipo de mate para compartir con amigos, en el lado de afuera de la reja de entrada estába el kiosco para poder conseguir alguna galletita o bebida fresca, algún rico helado de crema o del palito de agua también.
Luego del saludo al llegar, se entregaba el carnet en la entrada, quedaría en un cajón de madera con compartimentos para esa ocasión, luego duchazo previo en esa flor de agua bien fría que colgaba unos pasos más allá, y de allí en más era todo risas y alegria, dos piletas para niños de distintas profundidad en la parte izquierda y subiendo las escaleras la más grande, allí ya era cosa de saltos, sambuyones, tirarse de bomba, clavados, la emoción de poder nadar en lo hondo, de hacer pileta completa por debajo del agua hasta lo más playo e innumerables situaciones de disfrute social.
Y haciendo de medianera y sombra a la vez estaba justo ahí mismo pegada a la pileta de natación, el otro emblema del Playón, la cancha de bochas dónde siempre me gustaba arrimarme a mirar esas grandes y entretenidas contiendas, partidos muy parejos a veces que se definia tal vez con algún excelente bochazo o un gran arrimada en la última bocha rompiendo el resultado y ganándose mí admiración. Se podría verlo de antemano al Loco Villaguay meta pasar y pasar el paño para que la arena luzca impecable para cada ocasión, que ver si estaba cada tarro con arena para tapar los pozos luego del bochazo, los pisones, las tizas, las medidas de madera para cuando alguna duda queda y habría que arrodillarse con mucho cuidado a hacer la medición.
Se escuchaban charlas, risas y algún bochazo retumbaba en las noches, en el regreso de la ceremonia del paso del tren en esos domingos de antaño, era señal que algún partido todavía no se resolvía y animaba a los paisanos que se habían juntado compartiendo esa pasión de blanco.
Se que en la actualidad ha cambiado el paisaje del Playón en el sector de la cancha de fútbol de potrero y hay canchas de tenis, que se utilizan para otro deportes y entrenamientos también, pero no habrá de cambiar la esencia de las reuniones de gurises siempre alegres y sonrientes por juntarse a compartir grandes momentos, que con el pasar del tiempo serán luego tan gratos recuerdos.
Y de ésta manera me pegué un galope sobre el recado de mí flete en el sendero de otro recuerdo, levantando despacito el polvito del camino, de esas calles siempre llenas de andanzas y repletas de aromas, con sonidos de saludos a mano alzada y en voz alta como acostumbran los gauchos de mí pueblo.
Será hasta el próximo viaje mis amigos, porque no logrará jamás esta pandemia que no podamos volver a recorrer los caminos de mí querido Villa Clara, esos que tanto añoramos y llevamos en nuestro corazón acompañando a nuestros latidos.

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miércoles, 5 de agosto de 2020

GENTE DE CLARA EN EL RECUERDO..!!

otros dos, los de la derecha camino al centro.
Pero volviendo a la huella en el camino del recuerdo, allí están firmes en mí sentir Doña Petrona y don Adriano Santa Cruz ( El Carape')
Que lindo que una simple libustrina haya sido un imaginario límite geográfico, que tan solo bastaba mirar por encima de eso para encontrarnos con una mirada, la sonrisa, el gesto de la mano levantada al saludar y un buen día mijo.
Si habré recibido por allí arriba mismo algún convite de tortas fritas o algún buñuelo, y también alguna fruta de estación, misperos, quinotos, duraznos y algún trozo de sandía fresca que habrán comprado a esos clasicos vendedores ambulantes que pasaban con sus carros, en esos veranos calurosos de mis pagos.
Si habremos escuchado de cada lado de ésa libustrina los clásicos de fútbol por la radio, en la voz inolvidable de José María Muñoz por Radio Rivadavia, don Adriano con su sentir xeneize y yo con mi sentimiento millonario.
Eso sí nunca hubo cargadas de ninguno de los dos lados, siempre ganó el respeto más allá de los resultados. Tan solo alguna sonrisa guardada al levantar la mano y saludarnos al día siguiente.
Doña Petrona era de hablar suave y siempre la sonrisa adornaba la frase final de su comentario.
Ellos fueron parte de mí vida, de mis raíces, de mí historia de vida, porque me vieron crecer día a dia, hasta mí adolescencia cuando me tocó partir a la jungla de cemento, siempre fue muy grato volver a saludarlos y charlar de todo lo ocurrido cada vez que volvía de visita a mí querido Villa Clara.
Es una forma especial de recordarlos y expresarles el cariño de siempre, ése que sembraron desde mí época de Guri y que no habrá de cambiar por más que pase el tiempo.
Para usted doña Petrona y don Adriano va mí afecto sincero directo al cielo, no tengo dudas que desde allá nos siguen alumbrando como si fueran dos luceros .
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