Independiente de Avellaneda, lo que supo regalarle el apodo de "Diablo" dicen los que lo vieron jugar que fue un gran jugador de fútbol también, era un hombre amable y cálido, que solía salir al centro y recorrer el pueblo en un inolvidable Peugeot 404 color naranja, y que en el trazado nuevo de la calle Soberanía al bajarle la altura más de una mala sangre le daba para estacionarlo en su garaje.
Su compañera de la vida fue doña China, con quien solían matear al lateral de su casa en tantas tardes de buen clima.
Por esas cosas del destino los tres carteros emblemáticos de mí pueblo vivian alrededor de la misma esquina del barrio "La Delfina", será que las hojas de un trébol no se suelen separar tal vez, porque hasta entre medio de algún libro como si fuera un señalador siguen juntas por igual.
Éste es un remolino de letras que hoy traté de acomodar, como un manojo de flores para poderlos agasajar a esas tres grandes personas, que simbolizaban las noticias que llegaban, luego de escuchar el aplauso de sus manos para hacerse anunciar, de los saludos animados y respetuosos al entrar a la oficina misma del correo, cuando allí entre planillas, sellos, estampillas se los podía encontrar.
Ustedes siempre seguírán de gira repartiendo cartas por esos trazados dispersos en todos los rumbos de los barrios, sin importar cuántos años pasen, o si algunos ya se fueron de viaje eterno, porque ya forman parte misma de la historia de nuestro querido pueblo, se han transformado en duendes que conocen todos los recovecos desde aquellos caminos polvorientos, donde más de alguna vez también los acompaño algún ladrido de un perro.
Por esa sonrisa y alegría que supieron regalar a quienes recibían esas cartas es que hoy los traigo de vuelta al ruedo con mucho afecto y respeto, porque mientras que haya un Guri que los recuerde sus pasos recorridos serán eternos ...
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