miércoles, 10 de octubre de 2012

El día de la fecha concurrimos con mi esposa, mis hijos y sus novios, al centenario de la escuela N° 12 de Ingeniero Sajaroff. Fue muy emocionante poder asistir con mi descendencia y revivir en esas añosas aulas que no han cambiando mucho los momentos tan bellos que siempre he atesorado en mi corazón. Ciertamente, mientras se desarrollaba el emotivo acto, no pude dejar de observar las baldosas que cobijaron nuestros pies del barro, ni el techo que nos protegía de la intemperie. Esta escuela, templo del saber para nuestros primeros pasos en la formación intelectual y espiritual, ha servido de refugio para muchas generaciones de un pequeño pueblo, que mantiene viva su esencia. El decoro de sus habitantes y el homenaje que nos rendimos, pues todos fuimos y somos parte de esto ,es otro gran lujo de mi vida. No puedo dejar de destacar el clima de emoción y respeto para las auténticas formadoras, nuestras abnegadas maestras que dedicaron toda su vida a instruirnos.
La organización fue impecable y planeada con mucha antelación. Quiero agradecer públicamente a todos aquellos que hicieron que este encuentro fuera posible. En especial a su director el Sr. Blanc, Nancy y su esposo, Mirta Ideses y su esposo, que trabajaron muchísimo, y al resto de la comisión que colaboró. Dios los recompensará.
Es importante destacar que hoy no sólo se homenajeó a una escuela, que es y nunca podrá dejar ser piedra, sino a todas aquellas almas que dieron cuanto estaba y mucho más a su alcance para mantener impoluto los principios que fundaron a esta gran Nación. Es un orgullo ver que los ex alumnos de esta institución hoy son mujeres y hombres de provecho. En estos tiempo tan difíciles, donde prima el facilismo, es importante reivindicar el esfuerzo, trabajo, dedicación que tantos han dejado bajo el barroso patio de mi amada escuelita.
Por último, y sin ánimo de ser reiterativo, comparto con ustedes una reflexión que me suscito el minuto de silencio. Retumbaba en mis oidos lo que decía Lidia Isac: la pereza es amiga de la pobreza. Frase que se ha transformado en un imperativo de mi vida cotidiana. Ojalá esto llegue a los jóvenes que son nuestro futuro. Nuestro tiempo ya está casi extinto. Después de todo, lo único que queda del ser humano son sus obras, y nosotros somos un testimonio del sueño que comenzó un 7 de octubre de 1912, en un pequeño pueblito, conocido como La Capilla.
Lástima que para los doscientos años no estaremos en este mundo terrenal, pero Dios nos reunirá en el cielo. Saludos, gracias, mil gracias.
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Al menos una vez en la vida hay que vivir ésto, un viaje al pasado, en el presente... EXCELENTEBookmark and Share

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